martes, 14 de agosto de 2012

¿XENOFOBIA EN EL AIKIDO?

<< El poder imponente del intercambio cultural nunca deja de fascinarme. El capital social derivado de ello no puede infravalorarse. Los ecosistemas espirituales de humanidad son, a la vez, poderosos y frágiles. Los intercambios culturales son una sinergia que invariablemente trae buenos frutos y por eso fortifica los mejores atributos de ambos mundos.

Me entristece esa mentalidad rígida del miedo a lo diferente, que lleva, en mentes enfermas, a buscar destruirlo. Ésta es la base de toda la guerra. El pillaje y piratería. El lado oscuro de la fuerza es  muy pobre y empobrece la  reflexión del lado luminoso de la fuerza…

Como instructor de Aikido he conocido un gran número de personas de todas clases, tipos, razas, religiones, credos, colores, formas, géneros, afiliación política, capacidades artísticas, bondad, inclinación delictiva, santidad, logro científico, simplicidad, aspereza, refinado y todas las otras posibilidades. Cada uno más diferente al otro.

Los estudiantes de Aikido siempre me inspiran. El bueno, el malo, el feo, el fresco y el raro. Aprendo de todos ellos. Efectivamente, imparto mi habilidad de Aikido como mejor sé. Pero los efectos notables de contacto con esta inmensa serie de potencial humano han ensanchado mi perspectiva considerablemente. La riqueza de puntos de vista que he ganado como resultado, ha enriquecido mi vida inmensamente. Es un honor y un privilegio trabajar y dar testimonio del valor para batallar adelante y persistir para dominar la transformación personal y la habilidad rara a pesar de todas las desigualdades.

Los franceses dicen: "viva la diferencia" y la variedad que es la especia de la vida. Como en el entrenamiento cruzado (con otras artes marciales) hace el Aikido auténtico y funcional, y abre la mente a inmensas posibilidades. Otras maneras que son, de hecho, válidas. No sólo válidas sino valiosas. No puedo estar de acuerdo con todos ellos pero algo aprenderé que enriquecerá mi vida.

En lugar de decir algo tonto como "no me ataque así, es inoportuno e incómodo”, escojo aprender algo nuevo, puedo decir: “gracias, por ayudarme a aprender nuevas técnicas y modos mejores y diferentes de dirigirme frente a futuros ataques”.

El intercambio cultural es un tesoro global. Trabajemos para mantener su posibilidad. Porque si deja de existir, caeremos en la esterilidad del fastidio y vacío del alma en un desierto de monocultura. >>

Hace tiempo leí  estas palabras de Sensei Enrique Muñiz , y las tengo como campanillas  que no cesan de sonar constantemente y que hacen que me pregunte: ¿Existe la xenofobia en el Aikido? Obviamente no en el sentido más peyorativo del término, pero aplicaría el sabio refranero español con aquello de “¡Cuando el rio suena, es que agua lleva!”

La palabra xenofobia proviene del concepto griego compuesto por xénos (ξένος-extranjero) y phóbia (φοβία-miedo). La xenofobia, por lo tanto, hace referencia al odio, recelo, hostilidad y rechazo hacia los extranjeros. La palabra también suele utilizarse en forma extendida con la fobia hacia los grupos étnicos diferentes o hacia a las personas cuya fisonomía social, cultural y política se desconoce. Una de las formas más comunes de xenofobia es la que se ejerce en función de la raza, esto es el racismo.

Dicen los antropólogos que la xenofobia es un fenómeno que siempre ha estado en las conductas humanas. Yo me permitiría quitar un poco de carga negativa a la palabra para expresar lo que creo que pasa en nuestra cultura Aikidoka, y en general en el mundo de las A.A.M.M. El etnocentrismo es la actitud o punto de vista por el que se analiza el mundo de acuerdo con los parámetros de la cultura propia. Suele implicar la creencia de que el grupo étnico propio es el más importante, o que algunos o todos los aspectos de la cultura propia sean superiores a los de otras culturas. Este hecho se refleja por ejemplo en los exónimos peyorativos que se dan a otros grupos y en los autónimos positivos que el grupo se aplica así mismo. Dentro de esta ideología, los individuos juzgan a otros grupos en relación a su propia cultura o grupo particular, especialmente en lo referido al lenguaje, las costumbres, comportamientos, religión y creencias. Dichas diferencias suelen ser las que establecen la identidad cultural.

Ya en una entrada anterior Algo huele a podrido en Dinamarca traté brevemente el tema, pero desde entonces en las lecturas y en la práctica no dejo de observar las constantes contradicciones que existen entre la versión oficial y la real. ¿Porqué en España hay tantos grupos de Aikido independientes los unos de los otros? ¿No es el Aikido un lenguaje Universal? ¿Por qué somos tan reacios a que los practicantes de una línea de Aikido practiquen libremente otra distinta? Conversando recientemente con un gran maestro de Aikido me comentaba que es por  “Miedo”. ¡Vaya! Ya hemos regresado al punto de partida: a lo extraño, a lo desconocido al extranjero, a que no regresen. Es posible que sí haya algo de etnocentrismo en el Aikido.

Hay una corriente filosófica -no soy capaz de recordar el nombre- que viene a pensar algo así como que todos estamos interconectados. Dicen que recorremos nuestro camino vital con demasiada prisa, y que si nos tomásemos nuestro tiempo, descubriríamos que aquellas personas con las que nos cruzamos cada día, están ahí por un propósito concreto. No es una casualidad. Sólo debemos tomarnos nuestro tiempo en averiguar cómo harán que crezcamos, qué tienen que aportarnos.

El año pasado descubrí por casualidad al grupo de Aikido Lleida (pertenecen a la AETAIKI) dirigido por Sensei Salva Zarrias, cuyo máximo exponente en la actualidad es Sensei Tomás Sánchez. Desde entonces he tenido la suerte de asistir a alguno de sus cursos y de conocer a unos maestros extraordinarios. He de decir que la calidad técnica y humana es excepcional. Si aún estuviese practicando mi anterior disciplina de Aikido, no hubiese tenido la suerte de conocer al Maestro Kitaura, así como a la gran familia  de la ACAC, ni a los miembros de AETAIKI -por desgracia me he quedado a las puertas de conocer al Maestro Tamura-, y en cuanto me sea posible asistiré a algún curso del Maestro Yamada. Unos practican el Kotai (trabajo duro y estático) y otros el Yutai (la fluidez es visible) pero todo es Aikido. Y todos una vez te han abierto sus puertas ofrecen un calor humano inmenso.

Tal vez hayan algunos que consideren sacrilegio que no siga fielmente a un gran Maestro “en la salud y en la enfermedad, y hasta que la muerte nos separe”. Esto ya lo hice durante once años, y aunque no reniego ni de lo que hice, ni de lo que aprendí, sí lamento haberme cerrado en banda a otras opciones.  Recientemente tuve oportunidad de conversar con unos compañeros de Madrid y sobre esto les dije: “Creo que es algo parecido a cuando dejas a tu pareja con la que llevabas desde la infancia, quieres ver mundo y disfrutar”. Pues esto mismo es lo que quiero hacer, porque todos los Grandes Maestros son hijos de un mismo Padre y como tales deberían ser fuente de la que saciar nuestra sed, sin envidias, rencores o reproches. ¿A caso no es eso lo que hubiese querido O’Sensei? ¿No debería ser ese el verdadero espíritu del Aikido?

Al igual que ese programa de televisión en el que un miembro de la familia intercambia de hogar por unos días, nosotros deberíamos hacer lo mismo. Muchas veces hablamos mal del prójimo sin conocimiento de causa, simplemente por chismes, rumores y puras habladurías, sin darles oportunidad de demostrar su validez como personas, y respetando el tipo de Aikido que cada uno haya elegido hacer. Si nos mezcláramos con ellos, y pudiésemos convivir e intercambiar unos días de práctica, cambiaríamos nuestra percepción y sin duda alguna los aceptaríamos sin exigencias.

Como siempre, con todos mis respetos.

Saludos.

T.L.S